La alegría, cuando es muy profunda, duele un poquito en el pecho. Como si el corazón no estuviera del todo acostumbrado a recibir tanta emoción. Esa "alegría agridulce" es la que hoy queda en el hogar sacerdotal de Alvarez Condarco 581, en pleno Flores, la tierra que vio crecer al papa argentino Francisco. Pero también la casa donde había decidido pasar su retiro, después de cumplir los 75 años. Era el hogar donde vivió cinco o seis años cuando era vicario de Flores, y adonde pensaba volver cuando se jubilara. "Prefiero que no sea en la planta alta", había sugerido Jorge Bergoglio, a pesar de que era la habitación que ya le habían preparado. "No quiero estar por encima de nadie ...no, mejor abajo...", les había rogado humildemente a las hermanas del Buen y Perpetuo Socorro que cuidan el hogar.
En Flores hay, a cada paso, una anécdota del papa Francisco de cuando sólo era monseñor Bergoglio. Pero en el hogar de San José, donde viven 28 sacerdotes ancianos, hay vivencias grabadas a fuego. Como esa vez que monseñor Mario de Leone, ex campellán de la Escuela Lemos de Campo de Mayo, cansado ya de verlo siempre desabrigado aún en pleno invierno, le dijo: "pero che, Jorge, ¿no querés que yo te dé un pulóver más grueso?". Y su "colega y vecino" (porque parte del seminario jesuita funcionaba frente a la escuela militar), también medio harto de dar explicaciones por ese asunto, se sinceró: "¡pero dejame a mí que sufra un poquito como los que no tienen qué ponerse. Yo quiero sentir lo que sienten ellos!".
Apenas termina esta frase, el padre Mario traga saliva y no puede seguir hablando. Está sentado en la silla de ruedas y recuerda que ya no vendrá a visitarlo el cardenal Bergoglio como todos los domingos de Pascua de Resurrección y los mediodías de Navidad. Esa es la parte agria de la dulce alegría de sentirse amigo del Papa. Que ya no podrán esperarlo, porque estará muy lejos.
"Monseñor venía tipo 10 de la mañana, y comenzaba a recorrer una por una las habitaciones de los sacerdotes enfermos. Los escuchaba, bromeaba con ellos... era muy cálido. Después, a eso de las doce menos cuarto, se sentaba a conversar con nosotras", recuerda la hermana María Lucía Fassono.
"En verdad lo vamos a extrañar ahora que se viene la Pascua", suspira la religiosa de 73 años, que, por la debilidad de su columna, camina despacio con la ayuda de un bastón. Su rostro se ilumina con el recuerdo: "él siempre nos traía de regalo un licorcito hecho con 73 yuyos, que era muy bueno para la digestión. Tomábamos una copita después de comer... Nosotros le llamábamos el 'agua bendita'", confiesa con una sonrisa pícara. "Ayer justamente la hermana Asunción, que era la anterior superiora y ahora está en Córdoba, y que es muy amiga de monseñor, me decía en broma: 'cuando llame el Papa le vamos a decir que nos mande agua bendita'...", revela sin poder contener la risa.
En el hogar sacerdotal la alegría agridulce vaga por los pasillos de las habitaciones y los coloridos jardines del predio. Está presente en las oraciones, en la misa diaria y en el almuerzo. Hay mucha felicidad por el Papa amigo, pero también un poquito de tristeza al decir; "ya no va a ser lo mismo". Ninguno piensa en viajar a Roma, por supuesto. No, hay dinero ni fuerzas. Pero tampoco hay necesidad: tienen todas las enseñanzas de Francisco bien guardadas en el corazón.
Una religiosa se va dormir y se levanta cada día con el recuerdo del Papa
En su habitación, sobre su mesita de luz, atesora el regalo más grande que recibió en su vida: una manito de cerámica con un niño dormido en la palma. "Me lo regaló el Papa (Francisco). Cuando me lo dio, me miró a los ojos y me repitió la frase: 'tu ternura de padre sostiene mi vida'. Yo la digo todas las noches antes de acostarme y todas las mañanas al despertarme. Porque me da mucha seguridad, es como si sintiera que soy yo ese bebé que está ahí en la palma de la mano de Dios", dice la religiosa María Lucía Fassono, superiora de la congregación de las Hermanas del Buen y Perpetuo Socorro".
La hermana recibió ayer a LA GACETA en el hogar. No se podía subir a las habitaciones y mucho menos conocer la pieza donde durmió durante cinco o seis años el actual Papa. "Ahora está ocupada por otro sacerdote", dijo la religiosa.
La sola mención del Papa Francisco le abre una amplia sonrisa. "Lo conocíamos y lo queríamos mucho. Era muy amable y un verdadero padre con todos nosotros", cuenta. Recuerda que alrededor del 6 de febrero fue el último día que las hermanas se reunieron con monseñor Bergoglio. "Fue para la despedida de la hermana Asunción Amado, con quien le unía una gran amistad. Ella por razones de salud tuvo que irse a Córdoba. Ella era la superiora, luego quedé yo", cuenta la religiosa con un gesto de simpatía y humildad. "El 25 de diciembre ofició la misa en la capilla y, como sabía que ya se tenía que ir, recomendó una y otra vez al rector del seminario que los cuide bien a los sacerdotes que viven aquí", recuerda con una sonrisa. "Ocurre que la mayoría están enfermitos, algunos no pueden caminar. Tenemos un padre de 93 años que ya va a cumplir 94. El siempre venía a almorzar y los visitaba a todos. Por eso lo vamos a extrañar mucho", confesó con un ademán de resignación pero al mismo tiempo de serenidad.
Miniturismo en Flores
Visitantes desfilan frente a la casa donde nació y vivió Bergoglio, en el típico barrio porteño
Flores es un típico barrio de Buenos Aires con casas bajas y viejas que conviven con edificios modernos y un gran crecimiento comercial. En la calle Membrillar nació y vivió Jorge Mario Bergoglio hasta los 21 años, cuando ingresó al Seminario. Desde que fue electo Papa, miles de personas desfilan frente a la casa que sigue en pie, pero revestida de mármol negro y ladrillo a la vista. El minicircuito turístico incluye la casa donde vive Amalia Damonte (a quien Bergoglio siendo niño le dijo: "Si no me caso con vos, me hago cura"); la escuela Cerviño, donde cursó los estudios primarios y la Basílica de San José de Flores. En esta iglesia -según él mismo contó- recibió el mensaje de Dios en el que le pidió que fuera sacerdote. Por eso es la preferida del actual Papa. "Es increíble lo que está pasando: mucha gente que estuvo 20 años alejada de la Iglesia ha venido a confesarse", relató el párroco que, al igual que el Papa, se llama Francisco.